El ascensor del sufrimiento

Un día fui a comprarme un helado.

El helado estaba muy bueno.

“Galleta de la abuela” es el sabor.

Es de una heladería que, por lo que se ve, hace bastantes buenos helados y gana algunos premios por competiciones y demás.

Yo de eso no entiendo.

Solo me como el helado y los disfruto como un niño mientras pienso en comerme otro.

Aunque me tengo que controlar para llegar a viejo.

El caso es que fui, me comí el helado y luego, como cualquier mono metropolitano de costumbres, me di un paseo por el centro de Madrid.

En el paseo, entré a El Corte Inglés y tuve la oportunidad de observar.

De observar a un tipo de persona que me parece especialmente peculiar: el quejica que no hace nada y vive atrapado en su propio sufrimiento.

Es como si le hubiera cogido el gusto a vivir quejándose sin hacer nada para remediarlo.

Estaba en el ascensor del Corte Inglés (si vas con prisa nunca te montes en uno, son muy traicioneros).

“5ª planta, subiendo” decía la voz del infamando. 

El ascensor, además de abarrotado iba en dirección contraria a la que quería, pero como era un mono en la ciudad sin prisas y disfrutando del paseo, me quedé a ver a dónde me llevaba el ascensor.

“6ª Planta, subiendo”

-Joder…- Escucho

“7ª Planta, subiendo”

-¡¿En serio?!- Escucho en voz baja

El Corte Inglés tenía 9 plantas, solo le quedaban 2 plantas al tipo…

Pintaba divertido, yo estaba en vilo para ver qué comentario era el que soltaba en la siguiente planta.

No es que me guste ver a la gente enfadada ni enfadarla. Eso alguna vez me ha llevado un disgusto.

Pero debo reconocer que sí me gusta observar a la gente que se enfada y que, aunque tiene la capacidad de poner remedio a aquello que le molesta, no hace nada.

Al llegar a la 8ª planta, el tipo dice a la novia “En serio, me bajo por la escalera mecánica...”

Nada, ni un paso dio.

Parecía como que le estaba cogiendo el gusto a ser esclavo de su propio sufrimiento.

Y yo mientras disfrutando.

Y llegamos a la 9ª planta y lo más gracioso fue que el ascensor no bajaba. 

Se quedó parado y empezó a sonar la alarma por superar la carga.

Nadie se bajaba.

Tranquilos, que el tipo que se quejaba no se iba a bajar ni de coña. 

Había llegado muy lejos como para tirar la toalla.

Ahora que estaba al principio del fin.

Después de todo, alguien se bajó y, tras varias paradas en el camino llegamos a la planta baja.

Para mí fue triste, una despedida dolorosa.

Quería seguir viendo cómo actuaba ese hombre con su indignación frente a un ascensor del que no podía salir.

¿Para qué se quejaba y no hacía nada al respecto? Me preguntaba yo.

¿Cómo es posible que se quejara y no hiciera nada?

¿Es esto común en la gente?

¿Con qué frecuencia lo hago yo?

A veces es necesario observar a los demás y hacerse las preguntas correctas para no vivir atrapado en tu propio sufrimiento.

Para eso comparto mis observaciones todos los días aquí.