El dulce veneno de la pereza

Hay 7 pecados capitales.

Cada uno de ellos puede desviarte de tu propósito, no hace falta ni que sean varios, con uno solo te basta y, si te dejas llevar, acabarás en un sitio muy oscuro.

Todos estamos influenciados por, al menos, uno de ellos.

No se libra nadie.

Ni tú, ni yo, ni tu pareja que tienes en un pedestal, ni tu amigo el que parece perfecto.

¿Te dejas llevar por el placer sexual y el deseo a las mujeres? Lujuria.

¿No puedes parar de pensar en la comida y cada vez que te sientas te entra un camión de bollos entre pecho y espalda? Gula.

¿Estás pensando en salir a hacer algo de ejercicio, pero lo postergas hasta que te surge algo mejor que hacer? Pereza.

Este último, la pereza, es el que más observo en mi entorno.

La pereza es el pecado capital más practicado en la sociedad en la que vivimos y además, se retroalimenta de la tecnología y las redes sociales que constantemente nos bombardean con contenido en el que seguir invirtiendo nuestro tiempo.

Dicen que caminar incrementa los niveles de serotonina y dopamina, dos neurotransmisores fundamentales para regular nuestro ánimo y tener una sensación de bienestar.

Por desgracia, la gente no sale a caminar porque “no tiene tiempo” o “tiene mejores cosas que hacer”.

Te voy a contar más, observa.

Yo no he estudiado nada de la ciencia que esconde el cuerpo humano, pero lo que dicen los expertos es que “caminar reduce los niveles de cortisol, una hormona que se asocia con el estrés”.

De modo que, a más cortisol tengas más estresado estarás.

Por si fuera poco, y esto ya sí que no debes saber de ciencia para creértelo, andar beneficia a nuestros músculos y huesos.

Pero la realidad es que no andamos.

Andamos por obligación: al trabajo, al metro, al bar de abajo.

Pero no andamos para desconectar y trabajar nuestra mente.

¿Por qué?

Por pereza.

La pereza es muy peligrosa. 

Para mí es el pecado capital más peligroso de todos.

Porque se oculta, se justifica y se mimetiza con el comportamiento de los demás.

Si observas los comportamientos de los demás seguro que es fácil ver cómo se manifiestan algunos pecados: la ira, la envidia, el orgullo, …

Pero trata de identificar la pereza.

Se oculta, no se ve a simple vista, es como el veneno.

La pereza no es fácil de identificar.

Por eso yo no paro de observar.

Para que el lento veneno de la pereza no me seque los huesos y me mate el alma.

Observo y observo para que no me pille y para compartir contigo mis observaciones todos los días aquí.