IKEA te demuestra que eres idiota

Observa.

IKEA quiere que le compres. Eso está claro.

Pero lo hace de una manera que no te das cuenta que te están tratando como un idiota todo el rato.

Y a la gente le encanta.

No lo entiendo.

Mira, te invitan a que vayas a su tienda, porque si quieres que te lo lleven a casa te van a cobrar.

Da igual lo que te gastes.

Una vez estás allí, te dicen por dónde tienes que ir andando. Te marcan el camino con flechas y te van mostrando lo que quieren que compres.

Es un detalle que, por lo menos, te abren atajos por si se te ha olvidado algo, no tengas que pasar por el calvario de hacerte el camino de vuelta.

Cuando tienes localizado el mueble no lo puedes coger y llevártelo o pedir que te lo carguen en el coche. 

No. Tienes que anotarte el código, seguir haciéndote el camino y, cuando llegas al final, hay un almacén donde tienen todos los muebles apilados y donde los tienes que coger tú, cargar en el carrito infernar que, como todos los carritos del mundo nunca va recto, pagarlo escaneándolo tú si puede ser, y luego ya tú lo cargas en el coche.

Por si fuera poco, los cabrones cuando llegas a casa y te vas a poner a montar el mueble, te ponen en las instrucciones que, si tienes algún problema siempre puedes llamar a IKEA para que te lo monten.

Cada paso del montaje del mueble está detallado en el librito de montaje. Es increíble, hasta un mono salvaje que no sepa pelar plátanos sabría montarlo.

Lo peor de todo esto no es que IKEA te trate como un idiota, lo peor de todo es que te das cuenta de que te lo demuestra porque, aunque lo deje bien claro en las instrucciones, no eres capaz de montar el mueble sin equivocarte.

Por eso quizá te mereces ir a IKEA.

Por eso quizá debas empezar a observar más.

Y puedes empezar por leer todos los días aquí.