Salvo que sea un tiburón, mejor no juzguez
Observa.
Juzgar es muy fácil.
Pero ser juez es complicado.
¿Has pensado por qué?
Juzgar es fácil porque cuando éramos macacos tomamos esa costumbre.
Eso de ver un bicharraco con garras como tu cabeza o dientes del tamaño de un antebrazo era bastante disuasorio.
Claro que hasta que aprendimos de ello, hubo otros que sufrieron las consecuencias antes.
Ahora un niño no necesita que le digan que un tiburón o un león son animales peligrosos.
Casi que lo perciben por naturaleza.
Ya sabes, de esas cosas mágicas de la madre naturaleza.
Pero eso ha requerido muchos años de evolución y aprendizaje.
Mucha paciencia.
Como ser juez.
Que requiere mucho estudio, paciencia y reflexión sobre cada caso.
Sin embargo el ser humano.
Tú y yo.
Hemos extrapolado esta capacidad de juicio hasta la sociedad de hoy día.
Y eso puede ser peligroso.
Observa.
Estamos sometidos a tantos estímulos que nuestra primera reacción siempre es desconfiar o mal pensar de la otra persona.
Ergo, protegernos a nosotros mismos.
Lógico, ¿no?
Vale, puede que sí.
Pero te voy a explicar por qué hacer lo contrario te puede funcionar mejor.
Cuando estamos estableciendo una relación con alguien, sea por trabajo o porque te la quieras trabajar (que no es lo mismo), lo mejor que puedes hacer es empezar con buen pie.
Y, como comprenderás, poner barrera entre las partes y distanciarte dando una patada de desconfianza no es la mejor manera de empezar.
¿Entonces?
Entonces mejor que cuestiones tus juicios antes de emitirlos.
De emitirlos me refiero de pronunciarlos.
Porque no vas a ser capaz de parar tus pensamientos.
Pero no te dejes llevar por el impulso.
Párate y piensa.
Que cuando piensas pasan cosas buenas en tu vida.
Y analiza, joder.
Desde la humildad.
No conoces a esa persona.
No sabes por qué está así.
En lugar de pensar “vaya personaje”, “que pedazo de borde”, “que imbécil”, “¿es cortito?”.
Pregúntate “¿Qué le preocupará tanto como para estar así? “¿Cómo ha podido llegar a este punto?”
A ver…
Que todos vamos con prisas y tenemos mejores cosas que hacer.
Eso es lo que piensas.
Pero la mejor cosa que puedes hacer es plantearte las preguntas correctas.
Por ti, ya no por los demás, sino por ti.
Además, cuando seas tú quien está en esa situación, ¿cómo te gustaría que te tratase la persona que tienes enfrente?
¿TE gustaría que pensase “vaya idiota” o que se hiciera las preguntas que te digo?
Pues eso.
Solo tienes que observar y hacerte las preguntas correctas.
Yo intento hacerlo.
